Rajoy, la zozobra de los sobrecogedores

CALMA, muchachos, calma. No hay que perder los nervios ni tampoco los estribos. El caballo del poder está a punto de desbocarse. Pero si se actúa con transparencia se le puede embridar de nuevo. Que un partido político, con dinero producto de las cuotas de sus afiliados o de las subvenciones del Estado, premie a los dirigentes y empleados que se han esmerado en su trabajo, está dentro de lo que es lógico y normal. Si algunos de los beneficiados por los complementos de sueldos no los han declarado a Hacienda, habrán cometido fiscalmente una falta o un delito según la cantidad defraudada. Pero a ellos corresponde la responsabilidad, no al que otorga un premio al trabajo bien hecho. El día que conozcamos, como ha reclamado el exdiputado popular Trías Sagnier, la lista de receptores de esas dádivas y su cuantía, y también si las declararon o no a Hacienda, podremos juzgar con conocimiento de causa.

El problema tendría un alcance mucho mayor si el dinero con el que el PP otorgó presuntamente sobresueldos a dirigentes y empleados proviene de financiación irregular, es decir, de mordidas y comisiones por favores políticos otorgados a empresas constructoras, de seguridad o de otra naturaleza. Sabíamos, porque así lo declaró Maragall en el Parlamento catalán, que CiU cobraba el 3% de cada licencia otorgada gracias al favor político. Ahora sabemos que no fue solo ese 3%, destinado al partido, sino el 4% y que con alta probabilidad de que el 1% adicional fuera a forrar los bolsillos de los que concedían el favor.

Si el PP puede demostrar que las cantidades presuntamente otorgadas a algunos dirigentes y empleados están contabilizadas de forma correcta en los balances del partido, entonces se habrá terminado para Mariano Rajoy la zozobra de los sobrecogedores y se habrá cortado de raíz la capacidad de chantaje del señor Bárcenas. Que cada palo aguante su vela y los que deberán soportarla son los que recibieron presuntamente dineros adicionales y no los declararon a Hacienda. Por el contrario, si las cantidades de los sobresueldos no figuran en la contabilidad oficial del partido, que se suministra al Tribunal de Cuentas, eso significaría que se trata de dinero negro procedente de financiación ilegal, de las comisiones y mordidas derivadas del favor político.

Y entonces sí, entonces el terremoto resquebrajará las mismísimas zapatas de los cimientos populares y zarandearía a Mariano Rajoy y a María Dolores de Cospedal. Claro que a Rubalcaba tampoco le llega la camisa al cuerpo, porque la financiación del PSOE seguro que ha sido legal desde el escándalo de Filesa, pero si no lo fuera así el bumerán lo recibirá el secretario general del PSOE en pleno rostro. Tal vez no le haya quedado más remedio que tirar la piedra sobre el tejado ajeno. ¿Pero está seguro Rubalcaba que el suyo no es de frágil cristal? Un ejército de periodistas de investigación está ya tras las huellas de los presuntos sobrecogedores de Ferraz y aledaños, mientras el ciudadano español se siente día a día más asqueado de los casos, cada semana más numerosos, de corrupción que emporcan a una clase política que, hasta ahora, se había caracterizado mucho más por la mediocridad general que por las excepciones corruptas.

Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.